Smith Johnston, oficial médico y cirujano de vuelo de la NASA, fue sin duda uno de los protagonistas destacados del XXIII Congreso de SEIOMM en Granada. A partir de hoy y durante las próximas semanas iremos viendo en esta web qué ha dejado para el recuerdo nuestra cita granadina, un Congreso que –como esperábamos— ha destacado por la calidad de las investigaciones y de los ponentes, además de por el buen ambiente creado entre todos los asistentes.
Smith Johnston llegó a nuestro XXIII Congreso para participar en el simposio ‘A universe of new understanding’, patrocinado por UCB y Amgen. En este escenario se puso de manifiesto que el estudio de la salud ósea de los astronautas en el espacio está siendo clave en la investigación y desarrollo de nuevos tratamientos para enfermedades relacionadas con los huesos como la osteoporosis y las fracturas por fragilidad.
Según el doctor Johnston, vivir en el entorno de microgravedad del espacio significa “estar flotando el 92% del tiempo, dado que solo el 8% del tiempo se practica un ejercicio intenso y se experimentan fuerzas gravitacionales”. Esto supone, asegura, un “desgaste óseo y muscular importante, un envejecimiento acelerado de los huesos, que pierden su función de ‘sujetar’ al resto del cuerpo”. Pese al ejercicio intensivo realizado por algunos de los astronautas y cosmonautas de la NASA, “la pérdida de densidad ósea sigue siendo muy significativa y es importante frenarla”.
Aunque la situación de los astronautas parezca muy alejada de nuestra realidad, la ‘gravedad 0’ que se vive en el espacio es un buen ejemplo de lo que ocurre en el tejido óseo de una persona sedentaria que no realiza ningún ejercicio físico. De hecho, se ha observado que los astronautas en estas condiciones tienen una pérdida de la Densidad Mineral Ósea (DMO) de hasta 10 veces superior a la pérdida esperable en función de su estado de salud y su edad. Unos datos alarmantes si los extrapolamos a la población sedentaria terrestre.
La causa de que los astronautas tengan esas pérdidas de tejido óseo en el espacio se centra en la falta de formación ósea y los efectos que la microgravedad provoca en la propia remodelación de los huesos. “A pesar de que estos efectos se tratan de mitigar con ejercicio intenso, y medidas nutricionales y farmacológicas -recalca el doctor Johnston-, los huesos de los astronautas tardan en recuperarse de estos efectos entre 6 meses y tres años”.
En este escenario, este cirujano experto en el estudio de los huesos de los astronautas reseña que es importante contar con el compromiso de la comunidad científica para prevenir aún más la pérdida ósea en el espacio y traducir este conocimiento a las investigaciones que se están realizando para el tratamiento de enfermedades relacionadas con la salud ósea en la Tierra.
Con lo que ahora sabemos, tenemos que actuar de manera rápida y enérgica, en especial en la población general con Densidad Mineral Ósea baja, para conseguir proteger sus huesos de posibles complicaciones como las fracturas por fragilidad.
330.000 FRACTURAS AL AÑO
En 2017, en España, se produjeron, 330.000 fracturas (más de 8,9 millones de fracturas en todo el mundo), lo que significa una fractura cada tres segundos, de las que solo el 40% de los pacientes consiguen recuperar la calidad de vida que tenía antes de la fractura. Esto limita su autonomía e independencia. De hecho, se calcula que una mujer que ha sufrido una fractura tiene 5 veces más probabilidades de sufrir otra a lo largo del siguiente año que quienes no la han sufrido.
Con estas perspectivas y los resultados de los estudios presentados por el doctor Johnston, durante el simposio se ha abordado la necesidad de tratar la osteoporosis subyacente tras una fractura con el fin de reducir el riesgo de otras adicionales, así como los elevados costes económicos y sociales asociados a las fracturas por fragilidad. Se calcula que estos problemas óseos, además del coste en calidad de vida que suponen para el paciente, conllevan un coste sanitario de 4.200 millones de euros anuales en nuestro país.